Hace 70 años apareció el revolucionario sedán Tucker
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Este año se están cumpliendo 7 décadas desde que en 1948 el empresario Preston Tucker presentó el sedán Torpedo, primer y único producto de la empresa Tucker Corporation creada por el norteamericano, cuando ya su nombre era bastante prestigioso en la industria automotriz por sus creaciones para las carreras de Indianápolis y por sus inventos, incluyendo algunos de aplicación militar y bélica.
En la inmediata posguerra, Estados Unidos comenzó a dejarse invadir por un sentimiento de triunfalismo post bélico que durará casi tres lustros, en consecuencia con la victoria en la II Guerra Mundial. Uno de los primeros sectores en mostrar eso fue el automotor, en paralelo con un creciente interés de los automovilistas por disfrutar de esa misma inventiva que ya había ganado la guerra.
Tucker tuvo la idea y el deseo de construir en la inmediata posguerra un carro que anticipara todos los avances de diseño e ingeniería que la industria automotriz admitiría en las siguientes décadas.
El auto de Tucker, el sedán Torpedo, tuvo una carrocería de diseño aerodinámico, semejante a la de los aerosedanes concebidos por Harley Earl para GM, que fueron los precursores de los “fastback”. Su diseño corrió por cuenta del legendario Alex Tremoulis y además de ofrecer buenos valores de penetración en el aire y de resistencia al viento (comparados con los de otros carros de su época), lo lograba a través de la aplicación de principios científicos como la “cola Kamm” o las teorías de Bernoulli.
Además, el Torpedo ofreció en su diseño propuestas como suspensiones independientes, estructura de seguridad antivuelco integrada a la carrocería, un motor de cilindros opuestos (6) instalado en voladizo en el extremo trasero, parabrisas de seguridad, faros delanteros orientables en sincronización con el sistema de dirección, ruedas de gran tamaño, sistema de inyección de combustible (una propuesta que no logró materializarse) y un sistema eléctrico de 24V (que tampoco se materializó).
Las ideas de Tucker tuvieron gran influencia en la industria y fueron enseguida notadas con preocupación por los espías de industria. El empresario logró recaudar fondos para poner en marcha una fábrica arrendada al gobierno, pero diversas dificultades (incluyendo el boicot de los empresarios tradicionales del sector automotor norteamericano) lo retrasaron y sus enemigos le lograron involucrar en un publicitado juicio que acabó resolviéndose a su favor, pero le apartó de la industria automotriz para siempre.
Tucker falleció en 1956, poco tiempo después de resolverse el juicio a su favor y mientras pensaba en Brasil en un nuevo proyecto de automóvil, un deportivo llamado Carioca. La producción del auto fue de apenas 50 unidades, de las cuales aún sobreviven unas 37, consideradas objetos de colección. (Flash del Motor).